sábado, 23 de agosto de 2014

Cuentos: No enciendas la luz, estoy escribiendo

¿Para que ver? ¿Cuándo fue la última vez que se arrojo luz sobre este mundo? No veo a nadie a mi alrededor pero, tranquilo, no estoy solo.

Mucha gente teme a la oscuridad. Es un miedo horrible y grotesco. Sin embargo, es maravilloso. Puedo sentir como me rodea, como me embarga. Casi necesito parar de escribir de la emoción que siento al pensar en ello. La oscuridad es mi amiga. Me escucha cuando lo necesito. Hasta se ríe conmigo. Recuerdo una vez que le conté un chiste y sus carcajadas se podían escuchar desde afuera, desde el exterior. La gente debió pensar que estaba loca. Hasta se está riendo ahora mismo de lo que estoy escribiendo. Mejor me voy a dormir, está oscureciendo...

Es lo malo de la oscuridad, no puedo dormir en ella. Me ayuda a dormir, pero nunca se junta lo suficiente para hacer un simple cojín. Pero no me voy a quejar con ella aquí. Aprovecharé que está dormida para hablar un poco de ella. Es perfecta, sin tacha. Pero es celosa. No es que sea una mala cualidad en sí, pero lo es. Y mucho. La última vez que fui a buscar comida, abrí la puerta y entró un rayo de luz. Ella se fue. Cuando cerré pude oír sus llantos de rabia, de odio y de frustración. Pensaba que nunca volvería. Cuando me lo contó, no pude evitar enfadarme un poco, ¿cómo era capaz de dudar de mi lealtad? Todo desembocó en una gran discusión. No nos hablamos en horas. O días. O meses. Al final cedí y le prometí que nunca volvería a salir (era inevitable, ellas siempre ganan...).

Seguramente te hayas dado cuenta de mis constantes contradicciones a la hora de relatar algún suceso. Es totalmente normal que lo pienses y, aún más, que yo lo haga. En una contradicción se pueden ver dos contrastes que no encajan. Aquí no hay ningún tipo de contraste. Nadie contradice nada. La luz y la oscuridad no discuten. Solo hay un monólogo. Es lógico que necesite contradecirme a mi mismo porque, si no soy yo, ¿quién lo hará?

Ha pasado mucho desde la última vez que escribí. No sé si son años o minutos lo que ha pasado. Me da igual. Aquí el tiempo es superfluo. Raciono la poca comida que me queda. Es gracioso, me muero de hambre pero cada día que pasa necesito menos para sobrevivir. Sí, has oído bien (leído), la comida ha dejado de ser algo vital para mi. Y creo que el agua también dejará de serlo. La oscuridad se mete dentro de mi cada vez que abro la boca y eso me llena y me satisface.

Escribir todo lo que he escrito está empezando a carecer de sentido, al menos para mi. Me cansa. Y la verdad, pienso que a ti (si es que es alguien está leyendo esto), también. Mi respiración dura mucho, tomo y echo el aliento cada tres o cuatro minutos. Es algo completamente onírico. Puedo ver el dióxido de carbono que sale de mi nariz. Es negro.


Se me ha acabado la comida. La oscuridad no quiere que salga. No me queda más remedio que esperar. Esperar a que la tenue luz oscura que representa mi ser se vaya apagando (o encendiendo) lentamente. Espero que si muero no vea ''la luz'', no quiero que la oscuridad se cele. Intentaré seguir escribiendo después.

FIN.


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